viernes, 30 de septiembre de 2011

Personificación de un humano [Nombres comunes]


Nombres comunes.


Iván —dijo una pequeña Ucrania señalando a su hermano menor.
—¿Hermana? —Rusia estaba acurrucado junto a Bielorrusia, ambos tiritaban del frío, pero aún así miraron la enorme sonrisa de la mayor de ellos—.
—Hace poco conocí a un niño que se llamaba Juan, en el sur. Era tan dulce como tu Rusia-chan, así que pensé en ponernos nombre humanos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Personificación de un humano [Mascotas, apellidos y matrimonio]

Mascotas, apellidos y matrimonio.

Sealand miraba a sus padres adoptivos con Hanatamago en sus piernas sin entender muy bien a donde iba su repentina intervención familiar. Tal vez habían descubierto que se infiltró en la reunión del G8, pero el rostro de Finlandia resultaba bastante calmado y pensativo.
—No debes decirle a los humanos que eres Sealand —dijo estoicamente y con su tono pueblerino Suecia—.

viernes, 16 de septiembre de 2011

El deseo de la mariposa roja (capítulo 3)


Capítulo 3: El beso que ardió en el sueño

Diario de Rose Hill
Domingo 4 de mayo del 2008

Durante la noche volvió a aparecer el mismo elfo en mis sueños, sentado bajo la apacible sombra de un manzano mientras la brisa soplaba sus cabellos, hacia él voló una extraña mariposa de alas rojas con las puntas negras que descansó sobre la espada enterrada en el suelo junto a él.
Detrás de la mariposa venía correteando una elfina que me dejó impresionada por su belleza, su dulce rostro infantil poseía unos radiantes ojos azules que parecían ostentar luz propia, su largo cabello plateado era adornado por un tocado de hojas hecho en oro, las mismas que sostenían los adornos de su largo vestido azul. Y sobre su frente, del mismo azul que sus ojos tenía la marca de una media luna.
Como si él supiera para que había venido, con cuidado atrapó a la mariposa con sus dos manos y la dejó descansar sobre las de ella. La elfina con una sonrisa dejó escapar a la mariposa que jugueteó alrededor de los dos, haciéndoles reír suavemente, y yo sentí una inmensa felicidad tan solo de verlos así. Ella centró sus ojos en la venda que cubría los del muchacho, luego en el broche de piedra esmeralda y le tomó la mano con una sonrisa triste.
La mariposa roja, por otro lado se acercó a mí, revoloteando a mí alrededor y pude escuchar de ella la misma voz de Koko lamentarse “ellos merecen ser felices”, cuando la miré sorprendida se volvió fuego y un doloroso calor se apoderó de mí.