viernes, 26 de agosto de 2011

El deseo de la mariposa roja (capítulo 2)

Capítulo 2: El alma de un juez de la muerte

Diario de Rose Hill
Sábado 3 de mayo del 2008

Esa noche tuve un sueño en el cual se presentaba frente a mí un hombre encapuchado en un roído manto gris que era sujetado por un broche de piedra esmeralda. Mientras más se acercaba a mi pude darme cuenta que no era un broche cualquiera, dentro de él se encontraba una esfera negra que al tenerme cerca se volvió afilada como la pupila del ojo de un gato.
—Es ella, ella es como nuestra ama —comenzó una cantarina voz dentro de la piedra, sonaba como una niña de no más de 5 años—, ¿crees que pueda ser una aliada? ¡Una aliada sería buena! ¡Sería como una amiga! ¡Eso haría feliz a nuestra ama!
—¿Su ama? —les cuestioné débilmente.
El hombre se acercó a tocar mi frente, girando la cabeza como si viese algo. Al tenerlo tan cerca pude notar que era extremadamente pálido y tenía los ojos vendados. Por un segundo llegué a pensar que ese broche era su ojo, pero de inmediato descarté la idea, era claro que los ojos no hablaban.
—¿Ella es buena? —volvió a preguntar la piedra.
Por toda respuesta él se quitó la capucha con una leve sonrisa, sorprendiéndome al ver que, efectivamente, no era un hombre ordinario, sino un elfo. Tenía las orejas largas y puntiagudas, el cabello rubio cenizo, largo hasta la cadera donde era atado por una cinta de cuero café; y hasta donde pude ver su rostro, su sonrisa era muy cálida.
—Nuestra ama responde al profano nombre de Koko Hua —me explicó el broche—, la verás cuando despiertes, así que anda, ya es hora de despertar.

Aspiré profundamente abriendo los ojos. Me senté sobre la cama con un ligero dolor de cabeza, ¿qué clase de sueño extraño había sido ese? Tratando de recordar todo lo que había ocurrido ayer y donde me encontraba me tallé los ojos perezosamente. Al girar el rostro pude ver a Jiho del otro lado de la habitación, sentado sobre la cama con la sábana cubriéndole por debajo de la cintura, aún teniendo vendado casi todo el pecho y el brazo izquierdo. Lo que más me extrañó es que estaba sonriéndome con la misma calidez que ese elfo.
Pasé duramente al ver sobre él un resplandor gris, y me giré a tallarme los ojos lentamente, evitando verme obvia. Ya estaba alucinando.
—¡No! —escuché el grito de Alice en la litera de arriba donde estaba Jiho al mismo tiempo que ella se sentaba con brusquedad.
Ella respiró agitadamente mientras sostenía un puño en su pecho, al igual que con Jiho a su alrededor emanaba una energía pero de un hermoso color celeste, agité la cabeza y una vez ella se calmó me animé a preguntar.
—¿Tuviste una pesadilla?
—No, no fue algo como eso… buenos días —dijo con un alargado bostezo.
—Buenos días —contesté.
—Buenos días —hizo lo mismo Jiho con una risilla divertida—, bostezas como un minino, señorita Alice.
Se burló pausadamente, la voz de Jiho sonaba débil pero me sorprendía verlo sentado y hablando, especialmente después de cómo llegó anoche. Aunque también me extrañó escuchar que la llamase “señorita Alice” cuando él es mayor que ella por dos años.
Alice bajó de la cama dándole la espalda al castaño, cruzó los brazos con un carraspeo y si no la conociera mejor diría que se sonrojó solo por un instante.
—Ya te he dicho que no me gusta que me llames señorita.
—Lo siento, es la costumbre.
Lo observé entonces, la calidez de la mirada de Jiho, su ojo ciego no era como el de su hermana, no paralizaba ni encantaba, era simplemente reconfortante, como si pudiese comprenderme mucho más allá de mi exterior y sintiera empatía de mi historia. También era fácil darse cuenta de cuan diferente era la personalidad de ambos hermanos, él parecía mucho más apacible que Hua, aunque tal vez eran las heridas y la debilidad por estas.

—Alice… —murmuró Jiho apenado, desviando el rostro.
Entonces tanto mi prima como yo nos sonrojamos hasta las orejas, no nos habíamos dado cuenta de que lo estábamos observando muy fijamente por estar perdidas en nuestros pensamientos cuando él se encontraba en interiores sobre la cama, cubriéndose solo con la sábana. Bueno, al menos tenía todas esas vendas cubriéndole el pecho.
—E-Es verdad, te daré algunas de las ropas que usa Koko, son trajes orientales bastante holgados y parece que pueden usarlos los varones también —tartamudeó nerviosa mientras sacaba de los cajones dichas prendas y se los extendía.
—Muchas gracias —dijo tomándolas, su voz aún sonaba un poco cohibida.
—Rose, ¿porqué no vas a los baños comunales a darte una ducha? —sugirió Alice.
—Claro, ¿me alcanzarás después?
—Sí, tan pronto sepamos como escondernos de los prefectos para que no vean que Jiho paso la noche en nuestro dormitorio —dijo casi en un gruñido mientras que el castaño se rió nervioso de su comentario.

Tomé algunas prendas de mi maleta y salí hacia el piso de abajo donde Alice me había indicado que estaban los baños comunales para mujeres. En las escaleras se encontraba una hermosa muchacha de oscuros ojos ligeramente rasgados, posiblemente tenía descendencia oriental, su largo cabello negro era atado delicadamente en una coleta floja y parecía tener cierto aire de ingenuidad a su alrededor que reconocí como el mismo resplandor, pero en forma de humo en un dulce tono lila. Ella miraba divertida hacia el piso de abajo.
—¡Takumi! ¡Idiota! ¡Suéltame! —se escucharon los gritos de Hua.
—¿Koko? —pregunté al acercarme, entonces la morena me miró con una sonrisa.
—Buenos días —me saludó—, ayer no pude recibirte, debes ser la prima de Alice que vino de visita. Yo soy Tsukiyomi Hirume, la prefecta. Y ese que viene cargando a la pequeña Koko es mi hermano mayor Takumi, que también es prefecto.
—Buenos días, yo soy Rose Hill, es un placer —me presenté un poco apenada de su formalidad.
—Lo mismo digo —me sonrió y luego volvió a centrar su atención al piso debajo de nosotras.
Por las escalas venía subiendo un muchacho rubio que extrañamente no parecía tener rasgos orientales, era muy alto y bastante apuesto. En la cabeza tenía un chichón enrojecido, seguramente causado por Koko, a quien venía cargando del chaleco con facilidad como si fuera una pequeña mascota.
Fruncí el ceño, del muchacho emanaba la misma energía que había visto antes en otras personas pero de brillante tono amarillo a manera de espuma que fluía sobre él, mientras que en Koko no podía ver nada diferente, no había nada a su alrededor.
—Encontré a esta ratita merodeando en el pasillo de las habitaciones para varones, volviste a dormir en la habitación de Sebastián, ¿verdad? —cuestionó aún sin soltarla.
Al verse sin escapatoria, Koko apretó las rodillas contra su estomago y los puños contra su pecho, aún siendo levantada del suelo y mirando como cachorrito a Hirume.
—Hirume~, yo sé que hice mal en romper las reglas de esta honorable escuela, pero todo lo he hecho por mi hermano menor… además… este horrible hombre me trata como un ratón solo porque soy más pequeña que él ¿eso no es peor que lo que yo hice?
Koko había dramatizado provocando una brillante y enorme lágrima salir de su ojo derecho, como una especie de actriz digna de tomatazos en un teatro barato, al parecer por el simple afán de molestar a Takumi.
—No intentes salirte con la tuya —regañó el rubio dándole un golpe en la cabeza.
—¡Eso duele! ¡Bastardo! —gruñó histérica Koko lanzándose contra él.
Tuvieron que interferir, Hirume y Jiho quien salió corriendo de la habitación de Alice, jalando a sus respectivos hermanos de los brazos para separarlos,  Alice los miró con vergüenza ajena desde la puerta y yo no sabía qué hacer.
—¡Suéltame! —siseó Koko a su propio hermano, pero dada la presión entre ambos cayeron de espaldas al suelo con ella encima del miserable Jiho que gritó adolorido.
—¡Jiho! —le llamó Alice acercándose a ellos para ayudarlos a levantarse, preocupada por el estado de salud del muchacho, al tomar su brazo observó que la sangre había traspasado los vendajes hasta las delicadas ropas blancas— Aún no han cerrado las heridas.
—E-estoy bien —mintió con la voz aguda, sin hacer amago de separarse de ella.
—Te dije que estaba mal, Takumi. Mi hermano se rompió el brazo en su viaje y ya que era tarde para ir a la enfermería lo llevé a mi habitación donde se lo vendé y le di un calmante para el dolor que lo dejó dormido, no pensaba arrastrarlo hasta abajo por eso me quedé a dormir con Sebastián.
Sonó a una excusa convincente, además que por el tono de voz de Koko entendí que ambos se lastimaban con relativa facilidad.
—Déjalos ir, hermano mayor, después de todo, es importante tratar el brazo herido de Jiho.
Takumi resopló.
—Ven conmigo Jiho —le indicó dándose la vuelta, como respuesta Koko le mostró la lengua.
El castaño en cuestión se giró a Alice quien aún sostenía su brazo al percatarse de ello ambos se sonrieron torpemente separándose, Jiho balbuceó algo parecido a una despedida y siguió a Takumi mientras que Hirume y Koko se reían burlonas de la escena.
—Sigo sin entender porque no están juntos cuando es evidente que ambos se quieren —comentó Hirume.
Alice solo suspiró encogiéndose de hombros, al parecer, deprimida.
—¡Yawn~! Anoche no pude dormir bien con los ronquidos de todos esos hombres en las habitaciones contiguas, dormiré un rato más en mi habitación.
Koko bostezó sonoramente para desviar la atención del tema y al pasar junto a mí, me tomó  el hombro acercándose para susurrarme:
—Hoy te estaré esperando a las seis de la tarde detrás del invernadero, responderé todas tus preguntas.

El resto del día pasó tranquilamente, fui capaz de conocer el resto del castillo en compañía de Alice, Sebastián y Hirume, quien en realidad es una persona con un carácter bastante voluble, ya que para su corta edad de 15 años era capaz de controlar a los alumnos como prefecta. Conocí las diferentes actividades extracurriculares que ofrecían los sábados para los alumnos y los majestuosos paisajes que era capaz de otorgar la estructura dentro de sus establecidos límites.
De la misma manera a lo largo del día observé que todas las personas tenían un aura diferente a su alrededor, algunos eran como espuma, otros como humo y otros más como un resplandor, cada uno tenía colores diferentes, sin embargo no me atreví a comentar nada hasta hablarlo con Koko, que por alguna razón durante todo el día vi. Ni tampoco a su hermano, en el fondo me preocupaba que siguiera mal luego del estado que lucía anoche.
Pasaban de las 5 de la tarde cuando comenzó a llover y fuimos hacia la sala de estar encontrando a Takumi sobre la mesa de póquer repartiéndole cartas a Jiho.
—Qué oportunos, no es divertido jugar solo dos personas —comentó el castaño sonriéndole emocionado a Takumi.
Arqueé una ceja extrañada de su comportamiento pero los demás, lo obviaron sentándose alrededor de la mesa. Hice lo mismo solo para darme cuenta de que el brazo de Jiho ya no tenía ningún vendaje y lo movía con soltura acomodando las cartas de su mano.
—¿Ya te sientes mejor Jiho? —preguntó casualmente Hirume.
—Sí, solo fue un golpe, creo que los analgésicos que me dio mi hermana anoche fueron demasiado para una herida tan leve, lamento el escándalo de esta mañana —respondió con aire apenado mientras se rascaba la nuca.
—Está bien, parecía algo serio —le dijo con una sonrisa divertida Hirume, mientras que su hermano mayor gruñía, limitándose a repartir las cartas.

—No soy muy buena en este juego —comenté sonrojada al ver mi desastrosa partida.
—Es sólo cuestión de suerte —dijo Sebastián visiblemente contento.
—Sebas, siempre te delatas a ti mismo cuando tienes una buena mano —le confesó Alice tratando de no reírse abiertamente.
—Es por eso que mi hermano mayor y Koko te sacan de inmediato de este juego —se burló Hirume aplastando las cartas contra su pecho.
Sebastián gimió derrotado, dejando caer la cabeza contra la mesa.
—Hablando del diablo, ¿dónde está Koko? —preguntó Takumi desinteresado.
—Aquí —contestó Jiho levantando la mano.
—No tú, el diablo Koko —se corrigió.
—Debe estar en los jardines, ya saben que le gustan los días nublados —explicó Jiho—.
—O está durmiendo —comenzó Sebastián—, anoche tras haberse deshecho con el huevo se estableció autoritariamente en mi habitación y se quedó toda la noche ahí, escuchaba ruidos entre mis sueños, pero no quería ni imaginar que estaba haciendo.
—Brujería, tal vez —comentó Alice en tono juguetón—.
—¡No me sorprendería! A veces me atemorizan sus bromas —continuó el de ojos castaños inquisitivo.
Jiho chasqueó la lengua mirándolo ofuscado mientras que la japonesa y Alice se sonrieron ligeramente avergonzadas por la situación.
—Acabo de recordar… algo que olvidé en la habitación, regreso en un rato —me excusé dejando mis cartas sobre la mesa.
Corrí hacia la habitación para tomar prestado el paraguas de Alice y me escabullí hacia los jardines, hasta el invernadero. Tardó diez minutos después de las 6 para que Hua saliera del castillo con una sonrisa al verme, no traía paraguas y me acerqué a ofrecerle el mío.
—A donde vamos no será necesario —me dijo con una sonrisa y luego me señaló unos matorrales en la esquina entre el invernadero y la barda—, ven, sígueme.
Pateó suavemente la base de los matorrales, como si les indicase que se movieran y así fue, estos se apartaron por voluntad propia dejándonos ver una pequeña rejilla de metal oxidado, tuvimos que agacharnos para pasar por ahí hasta llegar a un claro del bosque tras los muros del castillo.
Me quedé sorprendida mientras Koko me ayudaba a ponerme de píe, en el centro del lugar se encontraba una preciosa mesa de marfil, al igual que sus asientos fijos sobre el césped, mayor fue mi sorpresa al ver que no podían ser tocados por la lluvia, las gotas que golpeaban se acercaban dos metros y después eran desviadas en un bello espectro de colores. Rodeando el espacio se ubicaba un hermoso rosal blanco que fungía de cerca a pesar de lo amplio del lugar. Este era casi tan alto como los árboles, sus hermosas flores eran grandes y las espinas eran de color carmesí, largas y afiladas, además de ese embriagador y sutil aroma, aumentado por la lluvia llenaba mis sentidos haciéndome sentir mucho más tranquila, relajada.
Intenté mirar un poco más allá y perdida entre el espeso rosal se encontraba una bella capilla del mismo mármol, por lo que alcancé a ver, además de un vitral del que tampoco pude encontrar forma.

—Este es un lugar especial para mí —suspiró Koko con una gran sonrisa mientras me invitaba a sentarme, ella se tomó lugar sobre la mesa, observando entretenida las gotas de agua—, es mi lugar de descanso. Me imagino que tú también lo sientes, aquí se respira una paz inmensa.

Al sentarme me tomé unos momentos para observar los destellos multicolores que dejaban las gotas de agua que no podían acercarse más, dejándome llevar por ese fresco aliento de paz que había nombrado la bruja conmigo. Y que me dibujó una inevitable sonrisa, ahí dentro no había calor ni frío, sino una fresca sensación de suave viento, propia tal vez. Los estridentes ruidos de relámpagos y caótica lluvia se volvían naturales y encantadores. Pero no era como un hechizo que me manipulase, sino como el verdadero sentir de mí alrededor.

—¿Es magia? —alcancé a pronunciar suavemente.
—Una magia muy bondadosa y, por sobre todo, poderosa. Ha mantenido con vida ese rosal por siglos y es uno de los pocos lugares donde puedo sentirme tranquila.
Tras echar un nuevo vistazo a las flores pude darme cuenta de que eran esas las que ella llevaba anoche cuando preparó la poción para sanar a su hermano, ¿este sería el lugar donde se lesionó?
—Supongo que tienes muchas preguntas —dedujo cruzando las piernas—.
Sin embargo no sabía por dónde comenzar, desde anoche habían pasado demasiadas cosas y no solo los sucesos, mi sueño, qué eran ambos hermanos Koko…
—¿Qué tal tu sueño de esta noche? —dijo y antes de que pudiera preguntarle como supo de mi sueño si ni a Alice le comenté nada, prosiguió— Solo háblame de él.
Fruncí los labios mirando la parte del suelo que permanecía seco.
—Vi a un alto elfo de cabello gris, tenía los ojos vendados y su capa era sujetada por un broche verde esmeralda y…—expliqué, centrando mi atención en su ojo sano, eran exactamente del mismo color— decía que tú eras su ama.
Se hizo un largo silencio entre nosotras, un trueno retumbó en las cercanías del bosque mientras que la lluvia se volvía cada vez más intensa. Koko se mordió el labio mirando hacia la nada, pensativa y yo me mantuve expectante, para alguien tan directa como ella, el que no encontrara las palabras adecuadas significaba que era algo grave.
Suspiró y me sostuvo la mirada a los ojos.
—Ese elfo es la alma de mi hermano gemelo, es la forma de su alma —declaró para después chasquear la lengua—, la razón por la que fuiste capaz de verla es porque eres una bruja.
Por un segundo creí haber escuchado mal.
—¿Disculpa?
—Escucha muy atentamente lo que estoy por decirte —Koko carraspeó—:  la principal habilidad de una bruja es poder ver el alma, sin embargo una bruja jamás despertará ese instinto hasta haber visto la muerte.
—Pero yo jamás he visto morir a nadie —le aclaré demasiado confundida, comenzaba a asustarme de sus palabras, de ser algo que a penas ayer conocí.
—No, pero anoche conociste a la muerte —sentenció apoyando su barbilla en su mano para ocultar entre sus dedos lo que pude entender como una perversa sonrisa—, mi hermano Jiho no es un mago, es un juez de la muerte, alguien que designa si la persona que ha terminado con su vida debe morir o vivir, si merece renacer y en qué lo hará. Anoche que lo conociste despertaste tus habilidades como bruja y viste su alma en tus sueños, es por eso que has estado viendo cosas extrañas alrededor de las personas, son sus almas.

Mis manos cayeron a mis lados estáticas y mi rostro se desencajó por completo. Siento que no soy capaz de describir la incertidumbre que me llenó cuando escuché su última frase con un tono casi divertido pero sin perder la objetividad. No podría pensar en nada, olvidé incluso donde estaba sentada para replantearme a mí misma quién era yo. Mi labio inferior tembló descontroladamente sin que mi sistema reaccionara sobre qué sonido hacer, porque en mi cabeza solo se repetían las palabras dichas por esa piedra diabólica como un mantra:
»“Es ella, ella es como nuestra ama”   
»“¡Una aliada sería bueno!
»“¡Eso haría feliz a nuestra ama!

Antes de que pudiera gritar por todo lo que tenía inundando mi mente Koko me rodeó entre sus brazos dejando a mi cabeza descansar sobre su hombro, su abrazo era frío pero me sentí protegida y a las dudas sobre mi cabeza desvanecerse poco a poco.
Suspiré cansada mientras observaba el mágico entorno a mí alrededor. Estaba entre los brazos de quien Alice había llamado “una bruja excepcional”, un hermoso rosal bendecido con magia maravillosa y sobre mí a la protección más dulce que hubiera imaginado antes. Tal vez, tan solo tal vez ser una bruja no podía ser tratado de maldición.
—¿Qué es lo que haré ahora? —pregunté débilmente—.
—Eso no depende de ti, porque a partir de ahora tomarás las decisiones para ti misma y tienes que saber que no será fácil anteponer tus ideales— no pude ver por completo su expresión, pero tanto su tono de voz como su sonrisa eran amargos, carraspeó para después continuar—. La vida de una bruja es muy dura, cada una de nosotras hace lo que quiere como quiere y vivir apartada sin tener la fuerza ni la determinación para sobrepasar a las demás brujas te hará su blanco.
Mordí mi labio tragando sus palabras con aspereza mientras me separaba de sus brazos para mirarla a los ojos.
En ellos pude ver mi propia historia, a mi familia y mis deseos reprimidos. Pude ver a mi madre y a mi padre en su estética y mecánica perfección, a mi hermano el rebelde huyendo de casa para cumplir sus sueños y a mi misma con una hermosa cadena rosa atando mis manos, esa que me volvía una hermosa muñeca y nada más. Cuando me decía a mi misma que quería ser más que una hermosa muñeca.
—Yo… quiero ser capaz de tomar mis propias decisiones.
Koko sonrió complacida y apretó mis manos.
—Entonces deja que te enseñe, pero eso será mañana. Hoy debes estar cansada.
Asentí y regresé sola con mis pensamientos al castillo.

**~*~Continuará~*~**

A/N:
Me atrasé un par de semanas, lo sé. Pero dado a que entré al quinto semestre de bachillerato no he tenido mucho tiempo de dedicarme a esta mi pequeña historia a la que acabo de cambiarle el nombre a “El deseo de la mariposa roja”.
…Mentira, de pronto entré en mi estado perfeccionista y quise volver a editar todo el capitulo dos hasta que formara una historia que de verdad me convenciera, soy exigente u.u. Que, a propósito de ser exigente, después subiré la imagen de este capitulo XD.
Por otro lado, el capitulo tres ya está a la mitad del progreso, en ese conoceremos algunas habilidades de las brujas, la razón de las heridas de Jiho y a Lucy Snape.
Finalmente quiero agradecer a todos lo que me han estado apoyando y decirles lo de siempre: que sus comentarios, críticas constructivas, correcciones, sugerencias y demás serán bien recibidos.
Oyasumi~.

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