viernes, 9 de noviembre de 2012

Las tres cartas del egoísta (capítulo 2)

Capitulo 2: Golpes al alma

La explosión en una pequeña casa en los barrios bajos de ciudad Juárez no había sido lo suficientemente impresionante para que sus indiferentes aledaños salieran al menos a comprobar el estado de la situación, mientras la casa de madera ardía Iván no sabía qué hacer o con quién comenzar ni mucho menos como.
Cerca de él Saúco estaba arrodillado detrás de su hermana menor, a la cual sujetaba de los hombros, muy atento al ritmo de su respiración la cual no se sentía demasiado agitada, de igual manera Iván no se sentía tranquilo por haberla visto correr. Crespón apretaba fuertemente el brazo de una andrajosa mujer morena de largo cabello castaño claro, encrespado y mirada perdida.
Un gemido de miedo escapó de la boca de Araceli, quien sostenía fuertemente la mano de la Anémona.
—Madre… —musitó sorprendida— ¿Qué has…?
No pudo terminar la frase porque la mujer empujó fuertemente a Crespón para que lo soltara y corrió a abrazar a su hija. Pese al apretón Araceli no la correspondió y Anémona no soltó su mano, apretándola con más fuerza.
—Te busqué tanto tiempo hija, pensé que te había perdido.
—Encontramos a tu madre cuando pasábamos por lo que fue tu casa, lo encontramos en llamas, Clavel —dijo el chico, era alto, de cabellos negros y ojos de igual color pero un poco más rasgados, bastante moreno, al grado de no parecer originario de la zona.
La chica abrió sus ojos extrañamente negros muy ampliamente y miró a su madre.
—Mira —esta extendió una gargantilla de plata— no pude conseguir la que te dio tu padre después de venderla pero tengo esto.
—No es mucho —contestó tratando de recobrar la postura, pero era imposible, sus ojos demostraban cuan asustada estaba por ver a su madre y a su casa en llamas, sonrió con tristeza al sostener la gargantilla entre sus dedos—, pero podremos mantener vivo a Erick con esto un tiempo más.
—¿Erick?
—Si, mamá, Erick está en el hospital, necesita ayuda.
Iván sintió un nudo en el estomago, ¿dónde estaba Clavel, el terror de los chicos menores? Estaba hecha un manojo de nervios, indecisa y temblorosa. Totalmente perdida ante las decisiones que tenía que tomar ella sola en ese momento. Observó que Saúco estaba impasible, solamente cuidaba que las cosas no se fueran a salir de control, cosa que en el estado de la mujer mayor sucedería pronto.
—Pero si Erick se ha ido —afirmó la mujer convencida—. Erick se fue con el fuego, con ese maldito rojo.
—No, madre, él logró sobrevivir, aún podemos sacarlo de ahí.
—¡Vamos con tu hermano! ¡Tu hermano esta con el rojo! —berreó la mujer sin poder convencerse a sí misma mientras jaloneaba a Araceli— ¡Tu hermano fue llevado por el rojo!
—Erick esta en el hospital madre —repitió sollozando con la voz impactada la rubia.
—¡A tu hermano se lo llevó en el fuego! ¡El rojo!
—¡Suéltame! —gritó aterrada y Crespón se acercó de inmediato para apartarla, sujetando su brazo aún con más fuerza.
—¿Estás bien? —preguntó Anémona preocupada.
—¡No me toques puto Jarocho! —gritó Araceli madre palmeando las fuertes manos de Crespón— Me das asco desde que te vi.
Demente, escupió el rostro del chico y su hija le dio una fuerte bofetada como castigo por haberlo hecho.
—No te atrevas a llamarle así, él es mi familia. Crespón, Anémona y Erick son más familia para mí que tú misma.
—Clavel, perdón, Araceli —llamó Iván conmocionado por el tono frío en que le habló a su propia madre—, tranquila, tenemos que apagar el fuego primero y luego darle atención médica y psicológica a tu madre.
La rubia suspiró y asentó muy levemente con la cabeza gacha.
—No entiendo —susurró la mujer.
Crespón apretó los labios, observándola.
—No entiendo, ¡no entiendo! —le gritó a la pequeña Araceli— ¡Tu padre era hermoso! ¿Por qué no pudiste serlo tú también? Tu hermano y tú le daban asco. Él que era un estadounidense de buena familia quería a sus hijos rubios y con los ojos de color, ¿por qué ustedes no fueron así? Cuando nació Erick él seguramente lo aborreció, es por eso que nos abandonó y se fue con aquella mujer —gimió lamentablemente y bajo la cabeza—. Lo odio, los odio tanto que no quería hacerme cargo de ustedes, por eso el fuego se los quiso llevar.
—¡Crespón, suéltala! —ordenó Saúco al verla levantar un vidrio del suelo.
El chico obedeció, pero aún así lo alcanzó solamente a la altura del hombro, el cual rasgó. Ella aprovechó que la soltaran para correr dentro de la casa riendo entre gemidos.
—¡El rojo!
—¡Madre! —gritó Araceli al borde de las lágrimas, pero Anémona la detuvo.
El castaño no pensó dos veces para entrar por ella a la casa, presa de la ira y deseoso de ver un final feliz para la niña, tan pronto como pasó corriendo la puerta recibió un fuerte golpe en el estómago.
—¡Tu eres igual que ellos piel roja! —gritó enfurecida y golpeó la cabeza del chico.
Pudo haberse sentido ofendido, su naturaleza no era ni siquiera de tez morena, pero por las quemaduras recibidas en su ingenuidad horas antes quedo bajo el Sol y ahora esta mujer demente lo confundía con un indio de piel roja. Quiso reclamarle y levantarse para evitar que lo siguiera golpeando y pateando, pero no pudo hacer más que un ovillo de sí mismo en el suelo, el estomago le ardía, como si le estuvieran quemando lentamente con una llama de encendedor el estomago.
—Los odio tanto —lloró la mujer y un hilo de sangre escapó de su nariz.
Trató de levantarse cuando entraron Saúco y Crespón, la madre Araceli se desvaneció al momento entre espasmos y Saúco corrió a socorrerla, aflojando de inmediato la ropa del cuello y poniéndola de costado.
No sirvió de nada, la sangre continuó fluyendo de su nariz y los espasmos no cesaron.
—Crespón tenemos que sacarla de aquí —ordenó Saúco y la sostuvo por debajo de los hombros con firmeza mientras que el chico siguió su orden y le ayudó con los tobillos— Vamos de una vez Iván, no te quedes aquí tirado delicado.
El castaño gruñó desde el suelo reprochándose a sí mismo, había sido un simple golpe en el estomago, no era nada que lo debiera dejar tirado en el suelo de la manera que lo estaba haciendo. Se levantó, tomó una alargada bocanada y de aire y corrió detrás de Saúco y Crespón tan pronto como le permitieron sus piernas, sin embargo, tan pronto salió de la casa sintió un pinchazo mucho más fuerte en el estómago.
—¡Madre! ¡Contesta! —escuchó lejana la voz de Clavel y por más que trató de mirarla su vista se volvió borrosa.
—¿Iván? —llamó Lilia confundida.
Soltó un gruñido, gritándole internamente a sus piernas que no se desplomaran, pero terminó tosiendo fuertemente y cayendo de rodillas al suelo.
—¿Iván? —volvió a preguntar, esta vez más consternada.
Y eso fue todo, lo último que el castaño sintió fue como ese dolor ardiente subió a su garganta y salió por su boca, sangre, todo lo que pudo ver fue sangre antes de desplomarse. 

—¿Iván? ¡Iván! ¡Despierta debilucho!
Abrió los ojos impactado de volver a escuchar esa voz con peculiar acento español.
—¿Liliana?
Frente a él, en una habitación adorablemente decorada de colores pasteles, con juguetes de niños pequeños entre carritos y muñecas se encontraba su borreguita castaña, Liliana era una niña de ojos negros, de un negro profundo como pocas personas los tenían enormes, su rostro era redondo y ella, su pequeña bodoque sonreía ampliamente con sus labios de rosa pálido.
—Te ves terrible, tu cara esta roja.
—¿Qué haces aquí Lili? Deberías estar con mamá en España.
—Ah, sí, Madrid es bellísima, las personas han comenzado a tratarme como si yo hubiera nacido aquí, tengo muchos amigos y mi propia habitación.
—Entonces… yo, ¿qué hago aquí?
—Estas en mi sueño, solo quería decirte que mamá ha estado preocupada por ti, ella dice que debes cuidarte más o podrías recaer de tu malestar, dice que tu coco en el estomago debe darte problemas ahora que has crecido un poco.
—No lo recordaba.
—¡Pues debes hacerlo! No quiero que te pase nada, ¿vale? —dijo tomando su mano y sonriéndole preocupada.
El chico se agachó para quedar a su altura, Liliana lucía tal y como hace 5 años, su sonrisa era tan alegre con un toque de malicia propio de la infancia y sus ojos seguían transmitiéndole dudas y seguridades, como si supiera más de lo que entiende. Esa era su hermanita la precoz. La abrazó con fuerza sonriendo aliviado, esperaba no estar muerto y que ella no fuera su ángel, pero incluso si fuera así no debía ser tan malo, su ángel era lo único que necesitaba.
Entonces recordó a Saúco y el inmenso amor que le tenía a Lilia, ambas eran la misma en situaciones diferentes.
—Quiero verte pronto, presentarte a una niña que se parece mucho a ti, es muy noble y sincera, puede platicarte muchas cosas de su vida. Además, tienen gustos parecidos.
—¿Mi cuñada?
—¡Ah! —gritó asustado y se asemejó tanto al de una chica que quedó avergonzado— ¿Cómo dices esas cosas? Solo tiene un hermano.
—Espero que sea guapo, el chico al que le escribiste esa carta debe ser todo un galán —se burló con picardía cubriendo su boca.
—Liliana —preguntó un poco más serio— ¿cómo sabes esas cosas?
—Su presión se ha regularizado —escuchó Iván una voz masculina detrás de él.
—Oh, ya debes despertar —informó ella con una sonrisa amplia y dulce.
—¡Liliana! ¿Estará todo bien? —preguntó escéptico de que su sueño tuviera un poco de realidad.
—Eso no puedo decírtelo ahora, cuéntame todo después cuando nos volvamos a ver. Hermano, te quiero mucho.

—Liliana —musitó y extendió la mano tomando otra mucho más cercana a él.
Había despertado y sujetado una mano un poco más fuerte y robusta que la de él. No podría ver claramente pero por un segundo fantaseó con que era Saúco, tal vez se había quedado a su lado mientras despertaba, pero ¿dónde estaba? Ya no podía sentir el aroma de cartón y lámina quemada sino el penetrante aroma del alcohol y un completo silencio.
Seguramente estaba en el hospital, cerró los ojos y afianzó la mano. En otra situación Saúco la habría rechazado, pero en esta ocasión le correspondió el apretón e Iván sonrió complacido, estaba sujetando la mano del chico que era especial para él e iba disfrutarlo mientras pudiera.
—Oh, es el primer paciente que hace eso —volvió a decir la gruesa voz y el abrió los ojos de inmediato.
No era Saúco ni mucho menos un doctor, era una enfermera con el rostro más robusto que había visto y si no tuviera la posibilidad de estar alucinando juraría que tenía bigote. Oh no, una vez se talló los ojos supo que de verdad tenía bigote, miró más abajo y de sus enormes senos que apretaban el uniforme era posible apreciar claramente sus pezones.
—¡Disculpe señor! ¡Señorita! —balbuceó alterado mientras apretó las manos contra su pecho arrinconándose contra la camilla de hospital. Tenía puesta una mascarilla de oxígeno, lo que le impidió que gritara terminando de manchar su hombría.
—Por fin despertaste Iván, me tenías preocupada —dijo Lilia levantándose de la silla junto a su cama y acercándose a él.
Con la mirada buscó por toda la habitación a Saúco, reprochándose a sí mismo el ser tan ingenuo, soñador y cursi. Lilia era la única que estaba a su lado, sonriéndole con esos hermosos ojos verdes llenos de alivio, entre las manos sostenía una máscara de oxígeno e Iván la miró detenidamente para asegurarse de que respirara tranquilamente.
Oh, si, también estaba la enfermera aberrantemente sensual, ¿era un pokémon? Esta checaba la transfusión de sangre que tenía conectada mientras le inyectaba directamente al gotero algunos medicamentos. Le habían tenido que donar sangre, fue su mareo que le dio a entender que era necesario.
—¿Cómo te sientes?
—Solo un poco mareado, ¿cómo están los demás?
Lilia miró al suelo y luego a la izquierda, no sabía que contestar y era evidente.
—Ellos, me dijeron que me quedara contigo. Crespón tiene el brazo lastimado, él y mi hermano tuvieron que recibir oxígeno porque aspiraron mucho humo. Araceli y Anémona tienen algunos rasguños pero nada que parezca grave. Sobre su madre y hermano… no sé qué pasó.
—Me desmayé por el golpe de una mujer mayor —refunfuñó Iván sin entenderlo.
—Eres un debilucho —dijo Iván desde el marco de la puerta.
—Usted debería descansar joven —informó la enfermera—. Hacer una transfusión de sangre en su condición no fue apropiado.
»¿Saúco donó sangre?«
—Estoy bien, debía hacer una llamada y asegurarme de que este niño estuviera vivo.
—No soy un niño —Iván infló sus mejillas y lo miró acusadoramente.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó el moreno a su hermana ignorando completamente al chico.
—Estoy mejor hermano, gracias —contestó sonriente por la caricia que recibió en la cabeza por parte de su hermano mayor.
—¿Ya le has avisado a Azalea lo que sucedió? —preguntó Iván regresándole la seriedad a su tono de voz.
—Sí, ella se encargará de que los medios de comunicación no se enteren de lo que sucedió, todo quedará como un simple accidente de gas en ese olvidado barrio. No nos conviene, por Clavel y su hermano.
Iván miró con su mejor rostro de póquer a la enfermera, aunque seguramente ella ya había entendido que nada de lo que había sucedido era para llamar a la policía, ni mucho menos a las autoridades del DIF (que igualmente él sabía de sobra, eran los últimos en enterarse de que algo sucediera). Siendo sinceros, le tenía un nivel de miedo a Azalea, esa mujer era capaz de intimidar a cualquiera por mejor posición social o económica que tuviera, más aún era lo suficientemente alta y fuerte para ponerse a la altura de hombres que podrían pisar a Iván
—Araceli, hermano —corrigió Lilia.
—Para mi sigue siendo Clavel, ella deberá volver a la casa hogar después de lo que sucedió hoy —dicho esto se dio la vuelta y salió rumbo al pasillo.
—¿Qué? ¡Saúco! ¡Espera bastardo! —gritó Iván quitándose la mascarilla de oxígeno y dispuesto a ir detrás de él.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó la enfermera con tono altivo, su voz gruesa sonó como la de un sargento y su porte de brazos cruzados frente a Iván fue aún más intimidante que la de cualquier militar experimentado.
—Tengo que ir con ese tipo, disculpe —dijo con su voz bajita, tratando de arrastrar el suero con él.
—No puedes ir a ningún lado, llegaste aquí en estado crítico, mayor al de cualquiera de tus amigos —ordenó, aunque suavizando un poco el tono de voz, sujetando el suero en su lugar.
—Pero es que ese hombre no tiene corazón y se lo va a romper a Clavel —gruñó jalando el suero, pero las manos de esa enfermera eran inamovibles.
—No vas a ir a ningún lado —repitió de nuevo esta vez apretando el suero en su lugar.
—¡Tengo que ir! —gritó acongojado mientras jaloneaba insistentemente.
Finalmente la enfermera perdió la paciencia y lo empujó contra la camilla, subiendo la pierna derecha al costado del chico de manera sensual para afianzarlo contra esta y apretando las muñecas de este a ambos lados de su cabeza.
El rostro del castaño pasó por todos los colores, primero se puso blanco por el miedo de ese enorme ser sobre él, después rojo por sentir los pechos (incluidos los pezones) rozar su hombro, luego regresó a blanco por la presión de su mente a no mirar entre las piernas ya que la falda que lucía la trabajadora era realmente chica y finalmente llegó a verde cuando observó la cantidad de vello que abundaba en las piernas de esta.
Por un momento aseguró que ella tenía más vello en las piernas que él en todo el cuerpo, luego entendió que esa sexy enfermera producía mucha más testosterona que él y en consecuencia: era mucho más hombre que él.
—Así me gusta, quietecito —dijo la enfermera guiñándole un ojo de manera coqueta a la par que revisaba de nuevo el suero para estar segura de que por el movimiento no se desajustó.
Y todo lo que la genial mente de Iván pensó fue »Mierda«

Araceli sujetó su brazo izquierdo, todavía podía sentir la palpitación del dolor que le provocó el agarre de su madre en este. Suspiró mirando la habitación de cuidados intensivos, hace ya un rato que los doctores salieron pero ella no se atrevía a entrar.
—Araceli —llamó una torpe voz.
Era Crespón, él y Anémona la miraban apenados con los hombros encogidos. La niña de cabellos negros jugueteaba con sus dedos nerviosa.
—¿Cómo se encuentran chicos? —les dijo con la voz apagada.
—El fuego no es nada para mi —contestó confiado Crespón.
—Los perros son mucho más violentos que tu madre —dijo también Anémona tratando de sonreírle.
—Me alegro —volvió a darles la espalda para mirar la puerta cerrada—.
Ella sabía que le dirían eso, esos chicos eran tan fieles y despreocupados, tuvieron vidas difíciles en las cuales los golpes eran el pan de cada día, por eso no estaban afectados. Pero eso no significaba que fuera correcto lo que sucedió.
—Chicos, ustedes son los mejores, yo no sería nada sin ustedes. Me han seguido hasta aquí, me ayudaron a cuidar a Erick, buscaron a mi madre, siguieron mis terribles planes. Yo… —su voz se comenzó a quebrar— soy tan tonta. Ustedes pudieron ser heridos por mi culpa.
—Araceli —nombró Crespón sorprendido, nunca había visto a la chica llorar.
Fue Anémona quien se apresuró a abrazarla por la espalda.
—Tú eres la única para mi Araceli —su normalmente aguda voz sonó reconfortante—. Crespón y yo te seguiremos hasta la muerte si es necesario, tú nunca nos has decepcionado e incluso ahora, para lo que sea que te espere detrás de esa puerta estaremos apoyándote.
—Muchas gracias —la voz de Araceli sonó suave, bajita y conmovida.
—Acabo de firmar por la responsabilidad del cuerpo de tu madre —pronunció la firme voz de Saúco, acercándose.
—Gracias, es bueno tener un adulto cerca de nosotros —dijo Araceli tratando de reponer la postura.
—Bueno, lo tomaré como que me debes un favor. Se llevarán a la señora Araceli en una hora, ¿quieres entrar a despedirte de ella?
—Araceli —nombró Anémona, perpleja—. Tu madre ha…
—Debió ser la sobredosis, tal vez la presión… no lo sé. Desde que llegó aquí me di cuenta que no aguantaría —dio un profundo respiro y entró al lugar.
Apestaba a alcohol etílico, estaba mucho más oscuro que lo normal y el cuerpo de la mujer se encontraba arrinconado entre todos los artículos y materiales del lugar. Frío, lúgubre, pero lleno de tranquilidad, esa que golpeó directo al corazón de Araceli, sin embargo lo aguantó.
Se acercó a la camilla, la mujer estaba completamente cubierta por una rígida manta azul, se alcanzaban a ver sus cabellos castaños y sus zapatos de correr descosidos. Desde el umbral de la puerta Anémona apretó un puño contra su boca, asustada y Araceli la comprendió, sabía que a la niña le atemorizaban los muertos. Incluso ella temía correr la manta.
Suspiró y con tranquilidad la bajó para poder ver el rostro de su madre, esta estaba aún con los ojos abiertos e incluso Crespón tuvo que contener un gemido. La rubia mordió su labio tan fuerte que Saúco pensó que se lastimaría y le acarició la cabeza.
—Esto no es más fuerte que tu.
—Si —respondió agradecida.
Procedió a cerrar los ojos de su madre y suspirar profundamente mientras arreglaba sus cabellos, ¿la llevarían a una funeraria para que la peinaran y maquillaran? ¿O solamente la enterrarían? No lo sabía, pero la idea de verla hermosa por última vez le parecía maravillosa.
—Yo solo…
Tenía una exhalación ahogada en la garganta, ella sabía que debía decir lo que estaba pensando o la atormentaría toda su vida.
—Yo solo… quería que por una vez halagaras mi esfuerzo por cuidar de Erick.
Saúco lanzó una significativa mirada sobre Crespón y Anémona y se marchó sin hacer el menor ruido, una vez salió por la puerta Araceli tomó con fuerza la fría mano de su madre.
—Quería que una sola vez tocaras mi cabeza y me dijeras que era una buena chica, que pronto podría regresar a la secundaria con mis amigos, yo quería que me abrazaras.
Su voz se quebró una vez más, escondió el rostro entre sus propias manos y la de su madre.
—Mamá.
Sonó ronca, ahogada y comenzó a gemir.
—Mamá —rompió el llanto.
Apretó con más fuerza la mano de la mujer aferrándola a su pecho entre espasmos sutiles pero incontrolables, con los ojos apretados sorbió con la nariz. Se sentía pequeña estaba frente a la realidad más cruel y la acababa de golpear. Le quitó a sus padres y ahora estaba perdida ante las decisiones, confundida y adolorida.
Pero no estaba sola, y por mucho que su pecho doliera ella sabía que podía aferrarse a ello.
—Cuidaré de Erick mamá, te lo prometo —gimoteó la rubia y los lagrimones manaban de su rostro—. El podrá ir a la escuela y correr por la calle, lo prometo.
En el pasillo una hermosa mujer de cabellos negros y semblante noble suspiró.
—Tenía razón en llamarla Clavel, se parece mucho a Saúco.

Pasó la noche a primera hora del día Iván despertó con una intimidantemente mirada frente a él, inspeccionándolo.
—Te ves mejor que anoche.
—¡Araceli! —el castaño se sentó de inmediato sobre la camilla, había dormido tan placenteramente que olvidó por completo que estaba en el hospital.
—Debo decirlo de esta manera, anoche te veías terrible —dijo bulona.
—¿Vienes a burlarte de mi? —preguntó inflando los mofletes, aunque se sentía mejor de ver a Araceli siendo quien era.
—No fue solo por el golpe, por muy delicado que seas —se acercó a la camilla y lo inspeccionó mucho más de cerca, poniendo un poco nervioso a Iván.
Por muchos 18 años que tuviera, le tenía miedo a esa niña.
—¿Qué estás diciendo? ¡Yo, yo estoy bien! —dijo alterado y empezó a reír torpemente.
Araceli suspiró y se alejó, cruzando los brazos.
—Está bien si no quieres decirme, lo comprendo —hizo una pausa y lo miró severamente—. Pero no comprendo por qué seguiste a mi madre, pudiste no haber salido de ahí.
—Pudimos dejar que muriera en ese lugar, ella quería morir ahí. Pero eso te hubiera hecho mucho daño, ella tenía que disculparse contigo por todo el daño que te ha hecho pasar. Una mujer no puede dejarle las culpas de sus errores a sus hijos y tu cargaste con los suyos, no quería verte sufrir más.
—No tuviste por qué hacerlo.
—Pero lo hice, ni modo.
—Gracias.
¿Le agradeció? Estaba siendo amable con él, esta vez sí que no sabía cómo contestar.
—De nada.
Torpe, se regañó a sí mismo.
—Me pregunto si se lamentó en sus últimos momentos, ¿en qué pensó? ¿Fue en Erick? ¿Fue en mi? ¿En mi padre? No sé en qué piensa la gente en sus últimos momentos porque para mí es una mentira que ven pasar su vida frente a sus ojos, debió estar solamente una sola cosa en su cabeza cuando falleció entre el ruido y el aroma al alcohol. Pero no puedo saberlo.
—Lo lamento —justo en ese momento se dio cuenta de que la madre de Araceli murió.
Lo imaginaba. Y el mismo se preguntaba en qué fue lo último que pensó  esa mujer. Siendo sincero consigo mismo, la llegó a aborrecer, ¿cómo pudo dejar a sus hijos a tal grado que los odiaba por sus características físicas? ¿Cómo pudo lastimar a una niña de esa manera? ¿A obligarla a cuidar a su hermano menor sin saber nada? Era algo detestable. Pero no por eso merecía morir, también lastimaba.
Nervioso abrió los brazos mecánicamente y miró a Araceli sin saber qué decir.
Y sé quedó así, quieto por unos momentos, incómodos momentos.
—¿Qué?
—¿Quieres un abrazo?
—¡No! —gritó sonrojada, pero no se movió ni un poco de su lugar.
Nadie dijo nada, se quedó con los brazos extendidos y ella cerca. Araceli miró al suelo y luego se acercó a abrazarlo completamente tiesa. El correspondió de la misma manera.
—Me das asco —dijo una voz sin ningún sentimiento desde el umbral de la puerta, era Saúco, junto a él Anémona, Crespón y Lilia los miraban. Al verlos Araceli e Iván se separaron.
En un infantil arranque de celos Anémona corrió a abrazar a la rubia fuertemente sin preguntar nada, solo corrió hacia ella. Crespón no se quedó atrás y rodeó a ambas chicas. Lilia tomó las muñecas de Iván y Saúco y los obligó a unirse al abrazo grupal. Desorientada, Araceli simplemente se dejó abrazar, por esta vez se dejaría consentir.
El abrazo grupal quedó de tal manera que el brazo derecho de Saúco sostenía a su hermana menor mientras que el izquierdo rodeó por los hombros a Iván y el corazón de este dio un brinco. Ninguno de ellos hizo amago de soltarse, el castaño incluso sintió su mano cerca de la cintura de Saúco y la sangre se le subió al rostro, lo estaba abrazando, jamás estuvo así de cerca de él.
—Oww —fue el adorablemente grave gemido conmovido de una mujer.
Iván se sorprendió al reconocer esa mujer como su abominable enfermera, “¡la enfermera peluda!” pensó. A su lado Azalea, la encargada de la casa hogar, se sintió pequeño al ver a dos mujeres tan grandes.
—Buenos días chicos, al parecer ya están mejor todos —les dijo con esa noble y firme voz tan característica de Azalea.
—Solamente necesito darles un último chequeo, especialmente a la niña y al chico, después de eso son todos tuyos Zazy —afirmó la enfermera.
—¿Zazy? —preguntaron totalmente desconcertados los presentes.
—Guadalupe es amiga mía, ella prometió que nadie se enterará de esto, los gastos también serán olvidados. Pero, aún tenemos un asunto que resolver —miró severamente a Araceli y a sus complices— ¿Qué haré con ustedes?
Todos se quedaron callados, hasta el momento solamente una persona fue capaz de llevarle la contra a Azalea, Saúco durante su adolescencia y todo acabó muy mal para él. Y nadie que Iván conociera poseía el valor de retarla, esa mujer tan alta e intimidante, con esa belleza arrebatadora y temple tan firme. Sin embargo se mantuvo seria, sin amenazas ni lastima.
—Debo cuidar a mi hermano menor, lo decidí —contestó Araceli encarando con toda la firmeza a Azalea.
—Sabes bien que me puedes causar muchos problemas con el DIF, además, no estás completamente segura de que lo harás bien, eres muy joven —explico pacientemente sin perder el contacto visual en ningún momento.
El sexto sentido de gato de Crespón le hizo dar un paso atrás, casi a la defensiva; el labio inferior de Anémona comenzó a temblar pero Araceli no se movió. Por muy intimidante que fuera Azalea reunió todo su valor para seguir con el rostro en alto.
—Puedo con ello, si Crespón y Anémona siguen a mi lado podremos con todo. Erick se va salvar. Yo lo voy a salvar.
—No puedes.
Esas dos palabras llenaron de tensión el ambiente, Iván rogaba para que esa enfermera volviera a agredirlo, Lilia encontró interesante las mantas verdes de la camilla, Crespón y Anémona no podían estar más aterrados internamente. Saúco, él solo observaba.
—Lo haré —repitió sin perder la firmeza de su voz.
La rubia no evadió la persistente mirada de Azalea, esta analizó sus ojos a detalle, tras un par de segundos que a todos le parecieron eternos volvió hacia Saúco.
—Oye, anoche una mujer demente robó tres de nuestros niños pensando que eran sus hijos, su casa explotó y ella murió. Ahora tenemos que buscar a esos chicos, podrían estar sufriendo en las calles, en cuento los vea los llevaré de vuelta a la casa hogar.
—Malditos niños, solo dan problemas —gruño Saúco.
—Vamos, hay mucho trabajo que hacer.
Araceli sonrió, Anémona la abrazó y Crespón acarició las cabezas de ambas. Los tres les miraron agradecidos y salieron del lugar.
—Se acabó todo —comentó Lilia cuando los vio marchar.
—Esto fue un dolor en el trasero —renegó al sentir que la enfermera le quitaba el suero.
—Que buena manera de terminar tu servicio social chico —sonrió Azalea.
—Es verdad —Saúco recién se dio cuenta—, dijiste que ayer liberarías la carta del servicio.
Entonces Iván recordó que su mochila se había quedado en la casa hogar, con la carta de despedida para Saúco. Tras todos los eventos que sucedieron se puso completamente nervioso, tenía que confesarse.
—¡Ah! ¡Si! ¡Tenemos que regresar! —dijo alterado y se levantó dirigiéndose a la puerta de la habitación.
—Espera, Iván —llamó Lilia sonrojándose.
—¿Qué sucede?
—Será mejor que te vistas —comentó riendo Azalea mientras señalaba la abertura trasera de la bata— estas con el trasero al aire.
Iván se sintió como en una película de terror, no quería voltear para ver como Saúco juzgaba su trasero al aire o la expresión avergonzada de Lilia. Por suerte la enfermera, Guadalupe, lo salvó, se acercó por detrás de él para cerrarle la bata y le acercó sus ropas abrazándolo con su coquetería.
—Toma chico, no tienes por qué estar tan nervioso.
Genial, ahora la enfermera pudo leerlo.

Una vez vestido, con todos fuera del hospital Saúco comenzó a comportarse ansioso, extrañando por completo a su hermana y amiga.
—Azalea —se acercó a ella íntimamente—, dijiste que tu amiga se llamaba Guadalupe, ¿verdad?
—Si —contesto la morena mirándolo sorprendida.
Mientras tanto la enferma le entregaba medicamentos a Iván y este trataba de no mirarle las piernas, algo en su interior le decía que era imposible lo que vio durante la noche, pero igual no quería comprobarlo y sentirse menos hombre que ella. Lo acompañó hasta la puerta con los demás y Saúco se tensó.
—Disculpa, yo soy Saúco —sentenció mecánicamente.
—Ah, si, Azalea me habló de ti, es un placer conocerte chico —dicho esto extendió la mano para hacer la presentación formal.
—Si —su brazo hizo un movimiento tan rápido que pareció un golpe y apretó su mano hacia arriba abajo con torpeza.
Iván se quedó boquiabierto.
Una vez salieron Lilia sentía lástima del castaño, Azalea se moría de risa por dentro, Iván frustrado como jamás estuvo alguna vez y Saúco feliz.
—Era guapa.
Ahora tenía que declararse ante este idiota al que le gustaban las mujeres más masculinas que él mismo.

**~*~Continuará~*~**

Saúco

Anémona, Araceli (Clavel) y Crespón

A/N:
¡Que tal!
¡No me tiren pedradas DX! Más vale tarde que nunca jeje. Por fin después de tantos meses he subido el segundo capítulo de mi pequeño y adorable proyecto de novela. Si quieren saber sobre la aventura que ha vivido la autora en estos meses lean la entrada “el regreso del diablo” jajajaja.
Bueno, ¿qué puedo decir sobre el capitulo? Pasé por una amalgama de emociones increíble al escribirlo, cuando redacté la parte de la enfermera sexi-peluda moría de risa, pero cuando desarrollé la despedida de Araceli de su madre… es difícil explicarlo, me dolía mucho el pecho esa parte (aún cuando le tuve un verdadero desprecio a esa mujer). Bueno, son personajes, pero son mis personajes, así que me encariño mucho a ellos jiji.

Una vez más, agradezco por el excelente diseño de personajes a Edgar Arenas (@EdgarArenasL, síganlo en Twitter). Tuvo algunos problemas con Araceli ya que, por su personalidad, pensó que era una mujer como de 20 años y la dibujó como una bomba sexual rubia, ¡fue tan divertido cuando vi el dibujo!
Esta vez no recibí ayuda de mi super editora pero me disculpo oficialmente por mi blog: Bianquita, hermanita, no olvidé tu cumpleaños, pero a veces sencillamente estoy incomunicada del mundo, pronto iré con Edgar a secuestrarte en mi auto ;D Igual ya sabes que para mi tu eres la chica excepcional, con un corazón enorme, llena de talento y un montón de años por delante <3

Esto lo hice muy largo D:
¡Espero disfrutaran el nuevo capítulo! Esperen el próximo con ansias ;D ¡Viene la confesión y será épica muajajajajajaja!

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